SINTRA

Tras conquistar Santarém, el rey Alfonso Henriques, decidió cercar la ciudad de Lisboa y la mantuvo sitiada durante tres meses. El Castillo de Sintra se entregó voluntariamente después de la caída de Lisboa, pero hay una leyenda que cuenta que el soberano del reino, pidió a D. Gil, un caballero templario, ayuda ante un posible ataque sorpresa por parte de los moros de Sintra. Así el templario formó un grupo de 20 hombres de confianza y se fueron a espiar al enemigo, ya que se preveía una posible salida de los moros de Lisboa, por Cascais a través del Tajo, hasta Sintra.


Como la operación se desarrolló en el máximo secreto, los caballeros viajaban de noche para evitar ser vistos, por el camino de Torres Vedras, hasta Santa Cruz (por la coste hasta Colares, donde pretendían evitar al temible Albernoz) y fue allí donde se les apareció la Virgen a los caballeros y les dijo: “No tengías miedo, porque fuiste veinte, pero fuiste mil. Mil fuisteis, porque fuisteis veinte”.


Así que, llenos de coraje sabiendo que estaban protegidos por el cielo, permanecieron escondidos cinco días. Después se enfrentaron al enemigo y lo derrotaron, conquistando el Castelo dos Mouros. Y como homenaje, construyeron la Capilla de Nuestra Señora de Melides (Mil, ides, es decir, fuisteis mil…)

Seteais

Históricamente se sabe que Seteais es una palabra que deriva directamente de “centeais”, en alusión a los campos de centeno que se cultivan en la zona, sin embargo, hay quien cuenta la leyenda de que en tiempos de la Reconquista, uno de los primeros cristianos en llegar a la sierra de Sintra, descubrió en el castillo una puerta por donde escapaban unos moros con una bella princesa y su dama de compañía.

La princesa vio al caballero cristiano y exclamó “Ay”. Entonces la dama le advirtió de que no volviera a hacerlo. Pero la hicieron prisionera y volvió a grita “Ay”, entonces la dama confesó que la muchacha era presa de una maldición, según la cual, moriría al exclamar el séptimo “Ay”… y la muchacha sorprendida, dejó escapar el tercer “ay” de su boca.


El caballero ignoró la historia y se llevó a las mujeres consigo. Esto provocó dos nuevas exclamaciones de la princesa. Pero los moros les siguieron y escucharon la historia. Creyeron que la vieja era una hechicera y la mataron, por lo que la princesa volvió a suspirar el sexto “Ay”… después los moros degollaron a la princesa, en el mismo instante en que ella suspiraba el séptimo “Ay”… el caballero entristecido, nombró a aquél lugar, Seteais, los siete ays, en honor a la princesa.

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